durante el cual,
nada vino a mi mente;
ningún agobio nuevo, ningún estrés,
tampoco hubo problemas, celos o hastío,
ni siquiera apareció la envidia,
el ego, la venganza o la muerte.
Un segundo sin nada,
vacío de aquello que la verdad encubre;
segundo fugaz e imperceptible,
en el que abrí los ojos y vi el campo,
el sol, la lluvia, el cielo...
Un segundo, tan corto y tan pequeño,
para enseñarme cómo he de vivir
el resto de segundos de mi vida.